Aunque Guedaffi sigue oculto y sus partidarios no acaban de rendirse ya quedan pocas dudas de que su régimen de 42 años se ha desmoronado. Buena prueba de ello es que por primera vez desde que se inició el conflicto hace más de seis meses el número de libios que empiezan a regresar al país casi iguala a los que buscan refugio en Túnez huyendo de la guerra.
La Otan y las naciones que han intervenido en Libia, España aunque con un papel modesto era una de ellas, pueden concluir que la aventura libia se ha saldado con un éxito tardío pero razonable. A semejanza de Irak pasará bastante tiempo antes de saber hacia donde se encamina el país y, en consecuencia, si la operación fue totalmente rentable desde un punto de vista político. Hoy, sin embargo, la decisión tomada de forma forzosamente acelerada en Febrero parece la acertada.
La Onu, aunque con acendrados remilgos de Rusia, China, Brasil etc…, aprobó que se montara la operación contra el estrafalario dictador libio . La Otan ha podido así, de un lado, evitar que Guedaffi aplastara sangrientamente a los que contagiados del ejemplo democratizador de Egipto y Túnez se habían alzado contra él-el dirigente libio había pregonado que los cazaría como ratas-y, de otro, facilitar que los habitantes de esa nación puedan, por primera vez en su historia, dotarse del gobierno que deseen.
El éxito actual de la Otan, que impidió in extremis que la rebelión fuera sofocada en las jornadas iniciales de Bengasi y cuya actuación ha sido decisiva para neutralizar la superioridad de los leales a Guedaffi, pone sobre la mesa las bondades de la intervención humanitaria. El agradecimiento y los elogios de los nuevos dirigentes libios hacia la Alianza occidental refuerza la legitimidad de la intervención que para muchos, y hasta hace poco, habría sido un caso claro de injerencia en los asuntos internos de un Estado, intromisión que chocaba contra el principio sagrado del respeto a la soberanía de un Estado consagrado en el art. 2 de la Carta de la Onu.
El principio se vió erosionado en el conflicto de Kosovo cuando voces autorizadas, entre ellas la de Koffi Annan, opinaron desde cátedras resonantes que la comunidad internacional no podía cruzarse de brazos cuando un tirano cometía violaciones masivas de los derechos humanos. Había un deber moral de actuar. Estas voces suscitaron fuertes reticencias de China, Rusia, Argelia y otros países alegando que abrir la mano en la intervención justificaría empresas imperialistas.
La situación ha evolucionado y en el 2009 la Onu alumbró la doctrina de “la responsabilidad de proteger”, que viene a decir que los Estados que poseen los medios para hacerlo deben actuar para proteger a la población de naciones canallas cuyos dirigentes son patentes opresores o de aquellas otras que son fallidas y en las que se ha instalado una nociva anarquía total.
La doctrina sigue despertando suspicacias en abundantes sectores y es obvio que se aplica de modo totalmente selectivo( ¿ por que no se actúa ya en Siria y se permite la existencia de algo tan execrable como el régimen de Corea del Norte?) pero es obvio que en el derecho humanitario a intervenir habrá un antes y un después del hito de Libia.
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